domingo, 27 de septiembre de 2015

“FIM DE MUNDO” de Thiago de Mello (De Narciso cego, 1952)

FIM DE MUNDO

Como em dia qualquer, a vida avança.
Eis quando, sem motivo, se enfraquece
a rigidez geométrica do espaço.
Súbito o sol estanca o seu girar
e se eterniza em puro meio-dia.
Noites, contudo várias, simultâneas
irrompem dos abismos; outras luas
derramam seu palor — maciamente
o equilíbrio do mundo se desfaz.

Nenhum estrondo turva, todavia,
o sossego do mundo em seu desfecho,
e a paisagem terrestre pouco sofre.
Os templos não desabam, edifícios
permanecem erguidos, e das torres
a sombra invade a rua, cautelosa;
não se interrompe o florescer nos campos.
Apenas, vagarosa, já se escoa
dos seres a substância que os anima.
Os pássaros se esquecem dos seus cantos,
os cavalos, aflitos, se prosternam,
e dos olhos dos bois vai se apagando
a solene humildade; silenciosa
uma estéril brandura envolve as feras.
À terra o mar devolve os seus defuntos,
mas rejeita-os a terra. Já são muitos
aqueles que fugiram de seus túmulos
e em confusa linguagem se interpelam
ante o assombro do vivo face à morte.

O assombro mesmo é curto: se dissolve
quando o barro que deu aos seres forma,
e trânsito aos amores e desejos,
vazio dos adornos incorpóreos
então se abraça à argila primitiva.
Sobra dos homens algo sobre o mundo
— pasto do tempo: as vestes e os sapatos.
A pena de existir logo abandona
o murcho coração das criaturas
e vai pousar agreste sobre as pedras
e as pedras se interrogam, conturbadas.
O mistério da vida enfim se irmana
ao mistério da morte: assim fraternos
emigram do terreno, sobrepairam,
escarnecem dos seres dissipados
e aos poucos vão tecendo a nebulosa,
berço talvez do próximo universo. 
Thiago de Mello (Narciso cego, 1952)

FIN DEL MUNDO

Como un día cualquiera, la vida avanza.
Entonces, sin motivo, se comprime
la rigidez geométrica del espacio.
Súbitamente el sol detiene su giro
y se eterniza en puro mediodía.
Noches, pero varias, simultáneas,
irrumpen de los abismos; otras lunas
derraman su palidez — blandamente
el equilibrio del mundo se deshace.
Sin embargo, ningún estruendo turba,
en su final, el sosiego del mundo,
y el paisaje terrestre sufre poco.
No caen los templos, los edificios
permanecen en pie, y la sombra
de las torres invade la calle, cautelosa;
no se interrumpe el florecer del campo.
Sólo, calmosa, de los seres
se escurre ya la substancia que los anima.
Los pájaros olvidan sus cantos,
los caballos, afligidos, se prosternan,
y de los ojos de los bueyes va borrándose
la solemne humildad; silenciosa
una estéril mansedumbre envuelve a las fieras.
El mar devuelve a la tierra sus muertos,
pero la tierra los rechaza. Son muchos ya
los que salieron de sus tumbas
y en confuso lenguaje se interpelan
ante el asombro de los vivos frente a la muerte.

El propio asombro es breve: se disuelve
cuando el barro que dio forma a los seres,
y movimiento a los amores y deseos,
vacío de los adornos incorpóreos
se abraza a la arcilla primitiva.
Queda algo de los hombres sobre el mundo
— pasto del tiempo: vestidos y zapatos.
La pena de vivir abandona inmediatamente
el corazón marchito de las criaturas
y va a posarse agreste sobre las piedras
y las piedras se interrogan, turbadas.
El misterio de la vida finalmente se hermana
al misterio de la muerte: así fraternos
emigran de la superficie, planean por encima,
se burlan de los disipados seres
y poco a poco van tejiendo la nebulosa,
cuna quizá del próximo universo. 
Thiago de Mello
(Versión de Pedro Casas Serra)

No hay comentarios:

Publicar un comentario