martes, 13 de octubre de 2015

“A VIDA VERDADEIRA” de Thiago de Mello (De Faz escuro mas eu canto, 1965)

A VIDA VERDADEIRA

Pois aqui está a minha vida.
Pronta para ser usada.

Vida que não se guarda
nem se esquiva, assustada.
Vida sempre a serviço da vida.
Para servir ao que vale
a pena e o preço do amor.

Ainda que o gesto me doa,
não encolho a mão: avanço
levando um ramo de sol.
Mesmo enrolada de pó,
dentro da noite mais fria,
a vida que vai comigo é fogo:
está sempre acesa.

Vem da terra dos barrancos
o jeito doce e violento
da minha vida: esse gosto
da água negra transparente.
A vida vai no meu peito,
mas é quem vai me levando:
tição ardente velando,
girassol na escuridão.

Carrego um grito que cresce
cada vez mais na garganta,
cravando seu travo triste
na verdade do meu canto.

Canto molhado e barrento
de menino do Amazonas
que viu a vida crescer
nos centros da terra firme.
Que sabe a vinda da chuva
pelo estremecer dos verdes
e sabe ler os recados
que chegam na asa do vento.
Mas sabe também o tempo
da febre e o gosto da fome.

Nas águas da minha infância
perdi o medo entre os rebojos.
Por isso avanço cantando.

Estou no centro do rio,
estou no meio da praça.
Piso firme no meu chão,
sei que estou no meu lugar,
como a panela no fogo
e a estrela na escuridão.

O que passou não conta?
indagarão as bocas desprovidas.
Não deixa de valer nunca.
O que passou ensina
com sua garra e seu mel.
Por isso é que agora vou assim
no meu caminho.
Publicamente andando.

Não, não tenho caminho novo.
O que tenho de novo
é o jeito de caminhar.
Aprendi (o caminho me ensinou)
a caminhar cantando
como convém a mim
e aos que vão comigo.
Pois já não vou mais sozinho.

Aqui tenho a minha vida:
feita à imagem do menino
que continua varando
os campos gerais
e que reparte o seu canto
como o seu avô
repartia o cacau
e fazia da colheita
uma ilha de bom socorro.

Feita à imagem do menino
mas à semelhança do homem:
com tudo que ele tem de primavera
de valente esperança e rebeldia.

Vida, casa encantada,
onde moro e mora em mim,
te quero assim verdadeira
cheirando a manga e jasmim.
Que me sejas deslumbrada
como ternura de moça
rolando sobre o capim.

Vida, toalha limpa,
vida posta na mesa,
vida brasa vigilante
vida pedra e espuma,
alçapão de amapolas,
o sol dentro do mar,
estrume e rosa do amor:
a vida.

Há que merecê-la.

Thiago de Mello, Faz escuro mas eu canto, 1999.


LA VIDA VERDADERA

Aquí, pues, está mi vida.
Lista para ser usada.

Vida que no se protege
ni se escabulle, asustada.
Al servicio de la vida.
Para servir lo que vale
la pena y valor de amor.

Por más que el gesto me duela,
no encojo la mano: avanzo
llevando un ramo de sol.
Aunque cubierta de polvo,
aún en la noche más fría,
la vida que me acompaña arde:
está siempre encendida.

Procede de los barrancos
la forma dulce y violenta
de mi vida: ese gusto
de agua negra cristalina.
La vida va por mi pecho,
pero es ella quien me lleva:
tizón ardiente velando,
giganta en la oscuridad.

Soporto un grito que crece
más y más en la garganta,
hincando su espiga triste
en la verdad de mi canto.

Canto mojado y fangoso
de niño del Amazonas
que vio la vida crecer
en trozos de tierra firme.
Que sabe llega la lluvia
por el temblor de los árboles,
sabe leer los recados
que trae en alas el viento.
Mas sabe también el tiempo
de fiebre y el gusto a hambre.

En las aguas de mi infancia
superé los remolinos.
Por eso avanzo cantando.

Estoy en medio del río,
en el centro de la plaza.
Piso seguro en el suelo,
sé que estoy en mi lugar,
como la olla en el fuego,
la estrella en la oscuridad.

¿No cuenta lo que pasó?
Preguntan los inconscientes.
No deja de valer nunca.
Lo que pasó nos enseña
con su garra y con su miel.
Por eso ahora yo voy
por mi camino marchando.
Andando públicamente.

No tengo un camino nuevo.
Lo que sí tengo de nuevo
es la manera de andar.
Aprendí (por el camino)
a recorrerlo cantando
cómo me conviene a mí
y a los que conmigo van.
Pues ya no camino solo.

Aquí, pues, está mi vida:
hecha a la imagen del niño
que continúa varando
los campos que son comunes
y que reparte su canto
como hacía antes su abuelo
que repartía el cacao
y hacía de la cosecha
una isla de salvación.

Hecha a la imagen del niño
pero semejante al hombre:
llena de la primavera,
de esperanza y rebeldía.

Vida, casita encantada,
donde vivo y vive en mí,
te quiero así verdadera
oliendo a mango y jazmín.
Que dejes encandilado
como ternura de moza
rodando sobre el jardín.

Vida, aquel limpio mantel,
vida encima de la mesa,
vida brasa vigilante
vida piedra y vida espuma,
escotillón de amapolas,
el sol dentro de la mar,
mantillo y rosa de amor:
la vida.

Hay que merecerla.

Thiago de Melo, Está oscuro pero canto, 1999.
(Versión de Pedro Casas Serra)

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