domingo, 10 de enero de 2016

“AMOR? CUIDADO!” de Thiago de Mello (De Os Estatutos do Homem, 1977)



AMOR? CUIDADO!

Não cuides, não, que o amor te faz melhor:
no teu jeito de ser, de ver a vida
e sobretudo no de conviver
com quem te faz nascer, ai, como é fácil,
a grande aurora desse sortilégio.

Amor é só a semente que caiu
inesperada no teu chão. Quem sabe
o que achar vai nas sombras do teu peito,
morada de contradições? Não nasce
a flor, meigo milagre, em terra dura
que não sabe guardar o dom do orvalho.
Até pode vingar, mas será flor
fechada para a luz e cuja seiva
não chama o coração da mariposa.

A semente do amor pede o aconchego
do teu ser inteiriço, não apenas
do teu candor, do teu cântico doce,
do teu cântaro farto, teu encanto.
Ela quer (e o fruto que se sonha
dentro dela) também o que te mancha,
teu sonso desagrado de entregar
e o áspero pó da tua indiferença.

Cuida bem dela, para que apodreça
a água suja empoçada em teu porão,
o diamante de espinhos invisíveis
— e tudo em rico estrume transformado
possa urdir na semente o amanhecer
não só da flor, mas do teu próprio ser,
capaz de bem saber o bem de amar.
Thiago de Mello, Os Estatutos do Homem, 1977.


¿AMOR? ¡CUIDADO!

No te preocupes, no, que el amor te hace mejor:
en tu forma de ser, de ver la vida
y sobre todo en la de convivir
con quien te hace nacer, ay, que fácil es,
la gran aurora de este sortilegio.

El amor sólo es la semilla que cayó
inesperadamente en tu tierra. ¿Quién sabe
lo que hallará en la oscuridad de tu pecho,
morada de contradicciones? La flor,
tierno milagro, no nace en tierra dura
que no sabe guardar el don del rocío.
Puede hasta crecer, pero será una flor
cerrada a la luz y cuya savia
no llama al corazón de la mariposa.

La semilla del amor pide la acogida
de tu ser entero, no sólo
de tu candor, de tu dulce canto,
de tu ánfora llena, tu encanto.
Ella (y el fruto que sueña en su interior)
quiere también lo que te mancha,
tu disimulado disgusto de dar
y el áspero polvo de tu indiferencia.

Cuida bien de ella, para que corrompa
el agua sucia encharcada en tu sótano,
el diamante de espinas invisibles
— y transformado todo en rico estiércol
pueda urdir en la semilla el amanecer
no sólo de la flor, sino de tu propio ser,
capaz de conocer bien el bien de amar.

Thiago de Mello, Los Estatutos del Hombre, 1977.
(versión de Pedro Casas Serra)

No hay comentarios:

Publicar un comentario